“La tuve que matar” (o “el momento oportuno llega”)

El Dr. Juan Carlos Pacífico es Encargado Titular del Registro de Pergamino N° 2. Desde hace casi una década participa con sus escritos en nuestra revista, no específicamente debido sus competencias registrales, sino en virtud de una profusa actividad literaria que mantiene con regularidad. Presentamos hoy otro de sus relatos que pone a la luz los avatares del alma humana. Una profunda pintura de actualidad, que creemos contrapone la naturaleza primaria del ser humano con su desarrollo social como sujeto de derecho. Ambientado en este caso en la provincia de La Rioja pero siempre con arraigo a su ciudad de Pergamino natal

“No pudo olvidar de inmediato su herencia selvática y sus recuerdos de lo salvaje. Hubo días en los que se aventuró hasta el límite del bosque y allí se quedaba quieto, escuchando el sonido de una lejana llamada.” Colmillo Blanco, Jack London .

El jardín donde nos esperó era sencillo, algunos árboles , pocas flores y con un cuidado que expresaba la ausencia femenina, todo era práctico, hecho para que con un simple corte de pasto luciera prolijo y las flores que vimos eran las típicas de la región, no necesitaban más que el cuidado del clima.
Allí nos recibió, en un día radiante de sol de un septiembre esplendoroso con temperaturas agradables y una vista a la precordillera que nos deslumbraba a quienes habitamos nuestra pampa húmeda, las estribaciones de Los Andes nos anticipan la grandiosidad y pomposidad de esa columna vertebral de la América.
A.M.L. estaba preso en una cárcel de mínima seguridad desde hacía diez años purgando una condena de veinticinco por asesinato de género por haber matado a su mujer de un certero tiro en el corazón.
Hacía mucho años que había desaparecido de nuestras vista y nada supimos de él hasta hace poco tiempo en que nos enteramos de su situación y decidimos venir a visitarlo entendiendo que él también quería vernos .
A.M.L. había nacido en La Rioja capital de padres humildes y trabajadores de honda raíz criolla, su padre fue bracero y peón golondrina que iba detrás de las cosechas para poder vivir, con él, también su familia, hijo único de una madre que trabajaba en el servicio doméstico completando el magro sueldo de su marido y contribuyendo, de esa manera, a la economía familiar.
Fue así que se asientan en nuestra ciudad* en época de cosecha y logran establecerse por cuanto lo emplea una conocida multinacional, eran bien reconocidas las virtudes de ese trabajador incansable que con muchísimo esfuerzo le brindó a su hijo lo mejor que podía, nació en la dureza del monte riojano y nada de lo salvaje le era extraño -entendimos luego que ese gen estaba presente en él- de esa manera A.M.L. comenzó la secundaria en nuestra Escuela Normal de Pergamino.
En general la composición de nuestro curso era variopinta pero, en su gran mayoría, pertenecíamos a la clase media, por supuesto que había hijos de obrares pero eran la excepción; esa diferencia no era motivo de ningún desdén, el bulling en los 70 no se expresaba como en la actualidad.
A.M.L. si , tenía un estereotipo físico que no respondía a las raíces de los inmigrantes europeos o de medio oriente, de mediana estatura fue un recio zaguero en nuestros encuentros futboleros, no se destacaba por el talento deportivo sino por su entrega y honradez para con sus pares.

Pero era muy introvertido, apenas se lo oía y no recuerdo ningún grito, ninguna charla larga; hablaba solo conmigo y con el Gringo F. porque nos sentábamos uno al lado del otro durante los cinco años, pero fueron muy pocos los momentos vividos fuera del ámbito escolar propiamente dicho, salvo los partidos de futbol en la clase de educación física en el querido club Las Colonias , que recuerdo tan bien, con su clásica camiseta verde y blanca (fue fundado por un ferviente hincha de Banfield ) .
La fiesta final de quinto año fue el único evento al cual asistió; esa timidez que lo acechaba y no lo dejaba salir de sí mismo nunca pudo ser vencida , fue él quien se alejaba y no producto de un distanciamiento que el grupo imponía.
Al año siguiente cuando muchos nos fuimos a las distintas Universidades y muchos a trabajar y labrarse ese porvenir que la juventud intenta por todos los medios obtener su familia se muda a Córdoba por el traslado de su padre a una importante planta acopiadora que la empresa abría.
Nunca más supimos de él, tampoco intentamos establecer un puente de contacto, su rostro, poco a poco se iba borrando de nuestras mentes y siempre nos preguntábamos sobre su presente. Recordaba que alguna vez en charlas de recreo largo, con el bizcocho en la mano , me hablaba de lo lindo que era La Rioja y de las ganas de volver por sobre todas las cosas a ese bosque magro pero misterioso en esa precordillera que todo lo sabe y todo lo pide , deduje –entonces- que esa lírica versión de esas tierras obedecía a la idealización que esa edad trae aparejada.
Pasaron veinte cinco años de nuestro egreso y hoy estábamos los tres sentados en la misma posición de antaño pero en una cárcel de La Rioja. Por mi profesión sigo con preocupación y tristeza los casos de violencia de genero, preguntándome qué anida en  nuestras almas, qué pasiones se desatan en un instante que nos nubla la razón y se consumen en un daño del cual no se puede volver.
En ese análisis de los casos más relevantes encuentro sus antecedentes, me detuve a pensar si realmente era él, no podía imaginar, jamás , que estuviera involucrado no era posible ni factible, no había ningún indicio de juventud que lo tuviera en esas actitudes; de toda nuestra camada era el último al que hubiéramos puesto en ese lugar.
Mató a su mujer de un tiro en el corazón, los hechos son comunes a muchos, él se había contraído matrimonio en La Rioja con una hermosa mujer de origen criolla y alemana, tuvo dos hijos y al poco tiempo de casados ella le es infiel con uno de sus mejores amigos y compañero de trabajo, la siguió y confirmó infraganti la sospecha, nada dijo en ese momento, no reaccionó violentamente, se alejó de su amigo y continúo con su vida marital como si nada hubiera pasado (de eso no se habla, no pasó).
A los seis meses de ese descubrimiento invita a su mujer a pasar un fin de semana en una ciudad de montaña, muy cerca de su lugar de residencia dejan los hijos al cuidado de los abuelos y el domingo en el camino de regreso para en la banquina argumentando una falla mecánica, va al baúl extrae una pistola y la mata de un tiro en el corazón, como ya fue dicho.
No medió palabra, ni discusión alguna, sólo los hechos tal y como fueron, fue una ejecución premeditada , quirúrgica. Llega a la primera comisaría de a La Rioja estaciona su auto ingresa y dice : “Yo la maté, lo merecía” entrega el arma y sumisamente acata las ordenes .
El caso conmocionó a su ciudad él se había recibido de Contador Público y trabajaba en el Banco Provincial en un puesto de importancia merced a su capacidad probada y voluntad indomable, nada dijo en todo el juicio solo esas palabras aludidas.
Y ahora los tres compañeros estábamos ahí, nos abrazó con pudor, nos habló con voz tranquila sobre lo que había sido su vida después de la escuela, de sus logros como estudiante y en el trabajo, de sus hijos que lo visitaban frecuentemente como, también, sus padres que envejecían tristes por lo sucedido, preguntó por nuestras familias y la de nuestros compañeros –extrañamente se acordaba de todos– de la ciudad y de los buenos recuerdos que tenía, especialmente de los partidos de futbol y del querido Club .
Lo escuchábamos absortos le contamos todo lo que quería saber, así el tiempo transcurría serenamente y por un momento, por un breve instante el recreo se adueño de nosotros; llegó el momento de la despedida nos abrazó nuevamente , quedamos en volver a vernos y estar más comunicados, estaba sereno, resignado, en paz y previo a las palabras finales nos miró firmemente a los ojos y dijo: “No me juzguen, la tuve que matar, me traicionó, no lo pude soportar, merece lo que tuvo”, no agregamos comentario alguno sólo un tímido saludo de manos .
En el camino de regreso no dijimos palabra alguna, un silencio estremecedor nos acompañó en la larga travesía, sabíamos lo que estábamos
pensando pero no lo podíamos traducir en palabras, nuestras mentes buscaban un camino racional de salida que no existe, la animalidad de ser humano, su raíz tribal, tal vez, puedan encontrar la respuesta… tal vez.

“Existe en la naturaleza una “paciencia tenaz”, enseñó Jack London en “La llamada de la selva”, “aquella peculiar paciencia es la que mantiene inmóvil durante horas a la araña en su tela, a la serpiente enroscada, a la pantera al acecho” Gisela Antonuccio , Diario La Nación , 04/03/17 y a A.M.L. a la espera del momento oportuno.

Dr. Juan Carlos Pacífico

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