Estrategias

“Digesto de Costumbres Registrales Tomo II”, Compilación

Roberto Etchenagucía recuperó finalmente su cargo de Encargado Titular. El prestigio que había perdido por deficiencias administrativas quedó atrás, gracias a la publicación de una novela futurista inspirada en el sistema registral (“Más allá del proyecto Infoauto”). Etachenagucía fue entonces nombrado al frente del Seccional.

Apenas le modificaron el número y la jurisdicción de su Registro, pero todo deja su enseñanza: Roberto sabe que no puede dormirse en los laureles y debe justificar la recuperación de su puesto con demostraciones de eficiencia laboral.

Pensó, puntualmente, en aplicar su creatividad al trabajo cotidiano. Y así como debió reemplazar la trama original de su novela para hacerla más “vendible”, también logró generar las condiciones necesarias para una exitosa recepción de las noticias registrales entre el público usuario.

Instruyó al cajero de su Registro (Norberto, porque Etchenagucía extrañaba su equipo de trabajo y volvió al plantel original de empleados) para que —antes de comunicar al usuario los aranceles a pagar por una Inscripción Inicial— deslizara distraídamente hacia la vista del interesado un periódico abierto en las páginas donde se informan los bombardeos serbios o las estadísticas de la última hambruna en Ruanda. ¿Qué grado de violencia puede tener la protesta del usuario que está patentando un automóvil 0 Km frente a estas desgracias?

Algo similar ocurría cuando debía notificarse a un usuario la observación de un trámite. Era recomendable que Alfredo y Gonzalo —los empleados de mostrador— preocuparan al interesado sobre algún tema metafísico: ¿Qué tanta furia puede provocar la observación de un mismo trámite frente al inevitable destino mortal de todos los seres humanos que —tarde o temprano— sobrevendría incluso al presentante en cuestión?

Estas estrategias de ficción era inagotables: Roberto llegó a simular amenazas de bomba, incendios de edificio, sangrientas peleas entre sus sobordinados o escenas de arrebatos sexuales entre los archivos que protagonizaban Estela —esa empleada de piernas torneadas— y Aníbal —quien sólo trabajaba para mantener su seguro social—. Cualquiera de estos acontecimientos distraía la atención del público, y cualquier noticia registral desagradable quedaba relegada a un segundo plano.

Aprendió a manejarse de esta forma con sus empleados —telegramas de despido acompañados con algún falso examen positivo enfermedad incurable—, con su ex-mujer —quien no dejaba de reclamarle alimentos— y con sus superiores administrativos: ni los inspectores, ni los sumariantes, ni siquiera el Director Nacional quisieron recibir más noticias de Roberto.

Bien sabían ellos que —más allá de su tropiezos registrales— Roberto les haría recordar esas cosas indeseables que la vida trae consigo.

Alejandro Puga

Revista “Ámbito Registral” Nº 10 Junio de 1999

Digesto de Costumbres Registrales – Tomo II