«Guirnaldas Navideñas»
Alejandro Puga en la revista “Legajo C´, marzo de 1992
«El 24 de diciembre pasado debí concurrir a un Registro Automotor para realizar un trámite que creí sin importancia. Me preparaba para soportar una larga espera dentro de una populosa oficina pública, decorada con empleados y escritorios heredados del primer gobierno patrio».
«Sin embargo, grata fue mi sorpresa cuando noté que un adorno navideño colgaba de la puerta del Registro. Más me asombré cuando una hermosa minifalda —fue lo único que retuve— me hacía pasar ofreciéndome una copa de sidra. Pensé que se trataba de un exceso de cortesía (o de una cargada) pero, al levantar la vista, no exagero si les transmito mi sensación de estar al borde del desmayo».
«Frente a mis ojos el Encargado Titular —vestido con bermudas floreadas, remera jamaiquina y ojotas flúo— repartía regalos entre los usuarios al tiempo que los invitaba a sentarse en cómodos sillones para disfrutar de una bebida helada mientras esperaban su trámite».
«Giré mi cabeza y vi como el cajero se distraía premeditadamente y olvidaba cobrar los aranceles ¡Qué ningún usuario osara recordárselo! rezaba un cartelito incrustado en su sombrero mexicano. El empleado de archivo, mientras esquivaba guirnaldas, sorprendía a los tramitentes mostrándoles su propia fotografía en colores en la tapa del legajo. El empleado de Correo —juro no estar mintiéndoles— se ofrecía a enviar gratuitamente, hasta cualquier punto del país, las tarjetas de salutación que quisieran enviarse».
- «¿Usted es nuevo en esto no?» Un viejo gestor, ya entrado copas registrales, sacudió mi asombro.
- «Sí, sí…» atiné a contestar.
- «Se nota —dijo—. Para nosotros es algo normal, todos los años se repiten estos festejos navideños. Pero no crea que todo son rosas, los brindis ya no son lo que eran antes»
- «¿Por qué?» me limité a preguntarle, mientras notaba que el vaso comenzaba a deslizarse de sus manos, rumbo a un mantel decorado con placas metálicas.
- «Ocurre que como en toda buena familia, aquí también existen disputas. Algunos años atrás el festejo lo hacían todos los Registros juntos. Pero claro, la apertura de nuevos Seccionales hizo que a algunos Encargados le fueran quitados más legajos que a otros y ¡para qué!… Se generaron rencillas por correspondencia mal entregada, por derivación de problemas y hasta por llamados telefónicos de mala gana. Lo cierto es que la chispa se convirtió en llamas cuando una Encargada Suplente —esposa del Titular— comenzó a hacer extrañas ´reuniones de capacitación´, a solas con el muchacho de Rentas de otro Registro. El esposo humillado, en un rapto de locura, roció el archivo del Registro de ese joven con pólvora blanca, haciendo estallar el petardo más grande de la historia navideña. Dada la dimensión que habían cobrado los acontecimientos, la Asociación de Encargados se puso firme y prohibió definitivamente estos festejos. Pero bueno, los chicos sólo quieren divertirse y más de una vez puede usted encontrarse con algún inspector entreverado en las celebraciones».
«En fin… le serví un poco más de sidra porque el hombre se había emocionado recordando estas historias y elevé mi cabeza. El Encargado me hacía señas para que pasara a los sillones y como mi 02 certificado se había convertido en papel picado, olvidé mis viejo prejuicios hacia la administración pública y decidí sumarme al jolgorio. Es que mi país nunca descuida sus navidades».
Alejandro Puga
Revista Legajo «C»
Marzo de 1992