Una Gran Familia

Innumerables veces se ha citado a “la gran familia registral” como componente básico del sistema automotor. El concepto es susceptible de infinidad de interpretaciones si no se precisa un poco su alcance. La Real Academia describe como “familia” a todo grupo interrelacionado de personas, unidos o no por lazos sanguíneos: la definición es tan amplia que sólo ejemplificando un poco el fenómeno podremos comprender su significado.

Un poco formalmente, se iniciará la caracterización de esta “familia” como un grupo de personas que persigue la misma meta: el cumplimiento del sistema jurídico del automotor y el correcto funcionamiento de las instituciones creadas para ello.

Sin embargo, la gran familia registral es mucho más que eso. Puede entenderse al constatar que el empleado de Rentas del Registro 108 de Mendoza es hermano del portero de la A.D.A. La prima del Encargado del Registro 1237 es Jefa de la Concesionaria Auto-Stop y el asesor letrado de Touring Croata es padre del responsable de Mudanzas Registrales S.A.

Señalamos hasta aquí relaciones lógicas y habituales a cualquier sistema.

Pero la familia registral no se agota en trivialidades. Mucho más interesante es descubrir las insinuantes miradas entre el policía y la cajera del Registro de Motovehículo H de Capital, los mimitos entre la Encargada y su empleado de archivo o los guiños de ojos entre dos jóvenes que trabajan mostrador de por medio.

La familia parece así casi simpática. Comienza a cuestionarse su existencia cuando un divorcio enfrente a al Encargado Titular con la Encargada Suplente, cuando los asesinatos de gestores son provocados por sus amantes registrales y cuando alguien nota que el calzoncillo que su mujer dice “haber encontrado en la terraza” responde a las mismas características de aquel que su empleado se lamentaba esa mañana por haber extraviado.

Tampoco es nada trivial percibir que las huellas digitales del corpiño de una sobrina estén estampadas con la misma tinta con la que el Encargado Suplente enchastró hoy sus manos, o entender que sobre la silla en que revisa trámites estuvo sentado alguna vez el ex marido de su mujer. 

Claro que estas pequeñas perturbaciones pueden suponer también grandes ventajas. Los trámites más engorrosos, por ejemplo, son estudiados minuciosamente por el pretendiente de la hija del Encargado —sólo con la remota esperanza de ganarse su afecto— y la empleada de Rentas también hace méritos: suele brindarle alojamiento al Encargado Titular, cuando su mujer se torna insoportable.

Pero más allá de cualquier inconveniente, nunca debe menospreciarse a la familia. Usted sabe, es la célula básica de la sociedad y de cualquier sistema.

Alejandro Puga

Revista Legajo ´C´, Marzo de 1996