¿Cómo son los automóviles solares?

 automóviles solares

Es común decir que antes de Copérnico (célebre astrónomo polaco, 1473-1543) la Tierra era considerada como el centro de todo, pero esta creencia no se sostiene bajo una cuidadosa inspección. Desde los tiempos más primitivos, el sol era tratado como una deidad; el donador y sustentador de la vida.

Tal apreciación es fácilmente comprensible; el sol sigue siendo la fuente de la mayor parte de nuestra visión, todos nuestros alimentos y fibras, y prácticamente toda la energía que usamos. Sin el sol no habría calor, ni atracción gravitacional, ni un centro para mantener unido el sistema de planetas.

La célula solar de silicio fue usada por primera vez por los laboratorios Bell de los Estados Unidos a principios de los años cincuenta. Fueron milagros de buena fe, simplemente se colocaban al sol y convertían sus rayos directamente en electricidad, que podían alimentar a un dispositivo pequeño que consumía poca potencia.

Las modernas células solares son de silicio semiconductor ultrapuro, costoso (por ahora) de fabricar.

Aplicación en los automóviles

Hay varios modelos de diversas marcas como Toyota, Audi, Mercedes-Benz, Karma, Kia, Ford, Volkswagen y otras que tienen un segmento del techo elaborado con un panel de células solares de silicio conectadas en serie y después en paralelo y con un encapsulado de policarbonato, para proporcionarle rigidez.

Precisamente en el Karma Revero de 2020, un híbrido súper deportivo de altas prestaciones, todo su techo es un un gran panel solar que genera 200 Watts de potencia a pleno sol. Se genera una corriente eléctrica que alimenta al sistema de ventilación del automóvil, incluso estando  detenido con el motor térmico sin funcionar.

Fuente: Parabrisas.com

“Cuando algo es gratis, el producto sos vos”

Big Data

El mes pasado netflix estrenó el documental Nada es privado The Great Hack), una reconstrucción sobre el caso de la consultora inglesa Cambridge Analytica, que expuso la manipulación de datos de redes sociales con fines políticos para la elección de Donald Trump. La película, de extensas dos horas, busca ir paso a paso en el modelo de negocios de internet (“cuando algo es gratis, el producto sos vos”), hasta llegar a los efectos que ese intercambio -voluntario, pero complicado- podría tener en el sistema democrático de Occidente. Sin embargo, ocupa más tiempo en contribuir a la paranoia y a las hipótesis conspirativas que en abordar posibles soluciones o planes alternativos. Como escribió Vladimir Garay, del colectivo Derechos Digitales de Chile: “Es una oportunidad perdida”.

Aprovechemos entonces ciertas frases para sacar algunas ideas claras de este enredo de la big data y la política.

1. “Sí (el que hicimos con Cambridge Analytica) era un experimento poco ético”. Lo dice un exempleado de la compañía. Con esto describe los tests de personalidad que la empresa realizó a través de Facebook para detectar a las personas con tendencia a ser más influenciables y llegar a ellas en los estados con “voto cambiante”, que pueden dar vuelta una elección. ¿Esto quiere decir que todo lo que se hace en la industria de la big data es poco ético o ilegal? La primera respuesta es que, por supuesto, no. La segunda es que vivimos rodeados de procesamiento de grandes cantidades de datos: desde que vamos al supermercado hasta cuando pedimos un crédito en el banco. Podríamos decir que todos esos usos de los datos nos están “manipulando” y, sin embargo, no los asociamos con esa idea. Pero sí nos parece así cuando se hace con fines políticos. Es curioso.

El procesamiento de datos como insumo de las campañas políticas no es ilegal. Como en toda industria, en el marketing político las nuevas herramientas se incorporan. Lo importante es que estas se hagan respetando las leyes de protección de datos personales y la ética propia de cada profesión. En el caso de Cambridge Analytica, es importante saber que sus directivos actuaron de manera ilegal, fueron chapuceros en su manejo profesional y en su forma de vender sus servicios a políticos que, a su vez, los compraron. Y que, en consecuencia, se tuvieron que declarar culpables. Pero esto no implica que todas las formas de procesar información deban necesariamente romper las reglas de la privacidad.

2. “Las empresas de tecnología tienen valor porque explotan los datos de la gente”. Lo dice Brittany Kaiser, una ex-Cambridge Analytica que no tuvo problema en ganar dinero durante su paso por la empresa y, ahora, arrepentida, se da cuenta de esta verdad mientras se confunde el agua azul de una pileta con el Golfo de Tailandia. Es cierto, quienes venimos escribiendo sobre estos temas decimos que nosotros, las personas comunes, intercambiamos servicios de estas empresas por nuestros datos. Lo que omite Brittany es que las empresas no necesitan más datos de los que ya tienen. Todo lo que hoy están obteniendo está de más y sirve para ir más allá: para entendernos y controlarnos, como señala Shoshana Zuboff en La era del capitalismo de vigilancia.

Entonces ¿cuál sería el siguiente paso? Que esas empresas sean más claras respecto de qué datos están usando y para qué. Eso es lo que demanda el profesor David Carroll durante todo el documental y no obtiene resultado. Justamente, porque implicaría un cambio estructural del modelo. Si hoy estamos en la era de la big data, esos grandes datos todavía están haciendo ricos a unos pocos. Pero todavía no existe una big data de la gente común. Facebook lo sabe. Por eso, no le afecta haber sido multada con US$5.000 millones. Fue cómplice de un delito. Pero aún mantiene su negocio abierto.

3. “Vemos que los gobiernos autoritarios van en aumento. Y todos usan esta política de odio y temor de Facebook”. Lo dice Carole Cadwalladr, la periodista que tiró de la soga para que hoy podamos hablar de Cambridge Analytica. Cadwalladr es una excelente y valiente reportera. Sin embargo, recurre al lugar común de asegurar que el triunfo de Jair Bolsonaro, el de Trump o algunas matanzas en lugares en conflicto tuvieron como origen el odio que se genera cuando pasamos tiempo en las redes. Vale decir que la elección de gobiernos reaccionarios y los crímenes de odio ocurrían antes de Facebook.

¿No será que hay otras razones en la base de los crímenes? ¿No será que la población armada y la falta de planes de futuro encuentra que solo a través de las redes es importante? Si todo es culpa de Facebook, entonces, la explicación debe estar errada, porque el mundo siempre ha sido más complejo.

Fuente: LaNacion.com


Automotrices hoy ya no venden autos 0 km a menos de $500 mil

Automotrices

El derrumbe del mercado automotor tiene una explicación: la fuerte suba de los precios. Desde la devaluación de fines de abril del 2018, los valores de los 0 km comenzaron correr una carrera contra el tipo de cambio que hizo que, sólo ese año, aumentaran alrededor de 100%. En 2019, la situación no cambio. El mejor ejemplo se produjo tras el salto del dólar por el “efecto PASO” en agosto pasado, cuando la moneda estadounidense saltó por arriba de los $60. La mayoría de las marcas ajustaron sus precios ante la nueva realidad cambiaria, después de esas elecciones, y volvieron a hacerlo en septiembre. Desde las empresas aseguran que, pese a estos incrementos, los 0 km están retrasados respecto al dólar.
La consecuencia de este nuevo ajuste es que desaparecieron del mercado los autos de menos de $500.000. Esto, tomando incluso, los precios finales con bonificaciones. Para los planes de ahorro, que no se benefician con estos descuentos, la situación es peor. El auto más accesible del mercado por estos días es el Renault Kwid que tiene un precio de lista de $599.700. La terminal aplica una bonificación de $100.000 por lo que se vende a $499.700, una picardía del marketing para quedar por debajo de la barrera psicológica de los $500.000. En el bolsillo de los consumidores, no surte efecto. Más si se tiene en cuenta que a ese monto hay que sumarle costos como el de patentamientos, impuestos y flete. Otros de los modelos más accesibles son el Fiat Moby o el Nissan March que, aún con descuentos, quedan por arriba del “medio millón”. Un caso clásico de auto “económico” es el Chery QQ, un integrante tradicional de este ranking. Sin embargo, desde el año pasado, la marca china decidió expresar en dólares sus listas de precios que antes estaban en pesos. El valor de ese modelo es de u$s11.050, más de $670.000.

Fuente: Ambito.com