Viviana Vander

“Digesto de Costumbres Registrales Tomo II”, Compilación

A Roberto Etchenagucía lo conocí en Iguazú, cuando empecé a dar clases de cocina en la escuela de Jorge Carrascosa”.

“Me conviene estar dos días a la semana en la ciudad por un contacto fronterizo que me facilita ´pasar´ cocaína barata desde Paraguay. Así fue como —para blanquear mi estadía en la ciudad— me enganché a dar ese curso en la escuela de este tipo, que le debe algunos favores a mi ex-marido”

“Y allí fue donde conocí a Roberto. Llegaba a clases siempre despeinado, lleno de carpetas, con su corbata mal anudada y la camisa sin planchar: parecía un empleado de oficina explotado por sus jefes. Pero me gustaron sus gestos, su manera elegante de decir las cosas, sus ojos negros, y hasta lo distraído que se mostraba durante las explicaciones. Creo que me atrajo esa imagen de tipo desgraciado que ofrecía (después me di cuenta de que no le faltaban motivos: las perradas de su ex mujer, sus hijas que lo rechazaban, las deudas que no paraban de crecer)”.

“Y la verdad es que me metí. Me enamoré de ese hombre, y le mentí sobre mi historia. Creí que si me sacaba algunos años —él me veía como una hija— si fingía una vida ´limpia´, si ocultaba a mi marido, podría retenerlo, podría enamorarlo yo también”.

“Entonces le oculté mi semana real, diciéndole que los martes me tomaba el micro hasta aquí para ver a mi madre enferma —vos sabés que vive en Córdoba, que está bárbara y que sale con un muchacho veinte años menor que ella—. Estoy en casa con las nenas hasta el viernes, cuando paso a hacerle una visita semanal a mi marido. Le entrego la mercadería que recibo y él se encarga de venderla entre los presos. Los sábados me vuelvo entonces para Iguazú, los domingos a la mañana recibo el paquete en la frontera y a la tarde vuelvo al departamento de Roberto”.

“¿Pero cómo voy a contarle a él todo esto? Lo amo, me encanta compartir su departamento, cocinar cosas, planchar las camisas… y no quiero perderlo por nada”

Viviana Vander contó esta historia a Ayelén Montalvo en su casa de San Javier un día miércoles por la tarde. Ayelén es una amiga de su infancia que vive en Santiago de Chile y pasó de vacaciones por su ciudad natal.

Alejandro Puga

Libro «Digesto de Costumbres Registrales II», Mayo de 2001

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