Hace décadas eran vitales para mantener la integridad del motor. Hoy, algunos de los modelos más económicos no los traen. Y cada vez son más…
Si sos un apasionado de la mecánica, sabrás que los motores de combustión interna deben trabajar a una temperatura específica para lograr el mejor rendimiento. Tanto un motor frío como uno caliente, pierden rendimiento, y si la temperatura del líquido refrigerante sobrepasa lo tolerable, podría causar hasta la rotura definitiva de alguno de sus componentes. Por eso, hace algunos años, el indicador de temperatura del refrigerante del motor era una herramienta imprescindible. Hoy… ya no tanto: ¿por qué?
En tiempos pasados era común que la temperatura se eleve en ciertas condiciones, por ejemplo, al atravesar un embotellamiento, o ante altas exigencias. Con la tecnología, este problema fue desapareciendo gracias a la implementación de electroventiladores con diferentes velocidades, termostatos y radiadores con mejor disipación del calor.
El cliente más conservador busca y reclama indicadores de temperatura del refrigerante del motor analógicos porque dan mayor seguridad. Pero muchos automóviles actuales, principalmente los más económicos, prescinden de él. En su lugar emplean un alertador luminoso que se ve de color azul cuando el motor está frío, desaparece del tablero cuando alcanza la temperatura de trabajo y se enciende de color rojo cuando hay peligro de recalentamiento.
En la mayoría de los autos actuales, una vez que los valores llegan a la temperatura ideal (sobre la mitad del recorrido) permanecen sin variaciones, por más exigencia y horas de uso que estemos al volante.
Es que los sistemas de refrigeración han avanzado, pero también detrás de todo esto, hay algunas trampas. Cuando el indicador de temperatura marque 90 grados, difícilmente el refrigerante esté a esa “temperatura sagrada”. En realidad, muchos motores trabajan a mayor temperatura que la señalada por ese termómetro, incluso pueden llegar a sobrepasar los 100 °C.
Fuente: Parabrisas.com