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Tapa del libro “Digesto de Costumbres Registrales”, compilación

Existen personajes que los Registro ya han hecho suyos. Pululan por los Seccionales y puede reconocérselos a cien metros de distancia, ya que poseen características inconfundibles. 

Esta nota sólo pretende darles el reconocimiento que merecen, para que nunca queden en el olvido. Aquí están los personajes registrales, de otro lado del mostrador.

  • El gestor con experiencia: De paso seguro, nigún imberbe podrá contradecirlo. Arroja los papeles con suficiencia y mira de reojo esperando que el empleado cometa algún error para señalárselo con sorna, mientras comenta con suficiencia que «yo hace treinta año que estoy en esto».
  • La abuela desconcertada: Quiere hacer la sucesión por el fallecimiento de su marido, o fue enviada por su hijo para pedir un informe. Tiene total desconocimiento acerca del uso que se le da a una palanca de cambios y ni hablar de qué se trata un trámite de Registro. Pide que le expliquen, que le completen el Formulario, que le anoten el día en que puede retirar el trámite y, si es posible, que firme por ella.
  • El de los 21 recién cumplidos: Ya hace un tiempo que maneja, pero nunca tuvo una Cédula Verde a su nombre. Le brillan los ojos, le tiemblan las manos y es tanta su ansiedad que quiere que le entregan su trámite en media hora.
  • La Mujer Fatal: Siempre sola, no acostumbra a hacer estas bajezas. Luce una imponente minifalda negra y cruza las piernas en una silla para desestabilizar la comunidad usuaria. Busca (y normalmente logra) ganarse el favor del empleado de turno para que se le simplifiquen las cosa.
  • El Quejoso: Para él, toda oficina pública es un lugar adecuado para criticar al gobierno y a la administración pública. Pone mala cara para completar el Formulario, para firmar, para pagar y, sobre todo, por tener que esperar. Insiste con que «Así nunca vamos a ser un país del primer mundo». 
  • El Conocido: Entra al Registro con una sonrisa de oreja a oreja y saluda a todos. Pregunta por la mujer «de blusa azul» que es amigo del primo de la hermana del tío de un vecino suyo. Supone que va a gozar de atención preferencial, y que no va a pagar más que una caja de bombones.
  • Los que no tienen documento: Pueden ser extranjeros de cualquier país lo suficientemente distante. Desconocen el idioma por completo y se hacen entender por señas. Se les recomienda llegar a las 8.30, para poder interpretarlos a la 11.00 y finalizar el trámites antes de las 12.30.
  • El resignado: Es la décima vez que pisa el Registro. Siempre le falta algún papel, completa mal el formulario o espera infructuosamente que venga el vendedor para firmar. Ya no se queja, lee tranquilamente «La Guerra y la Paz», y se marcha nuevamente con su papelito de observación en la mano.
  • El coimero: Tiene que hacer la Transferencia de un auto prendado, quiere saber el domicilio del titular sin presentar el «02» ni certificar firmas o sugiere que le asienten un cambio de uso sin tener licencia municipal para ello. Hace guiños, movimientos de mano y desliza billetes entre los Formularios; ya que para él «Todo se puede arreglar».
  • El inspector: Mirada al frente y gesto adusto. Saluda con un corto «buen día», pasa sin pedir permiso y pregunta por el Encargado. No se dio cuenta de que había entrado a una exposición permanente de bonsai.

Alejandro Puga,

Revista «Legajo C», diciembre de 1992

 

 

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