Los teléfonos celulares anticipan el futuro de los autos

“La Nación” 12/12/22

Uno de los factores que acelera la evolución y la adopción de las tecnologías es la capacidad de construir plataformas abiertas sobre las que se generan nuevas industrias, con nuevos jugadores, que proveen servicios sobre ellas.

Un ejemplo claro de esto son los teléfonos celulares: hasta antes de que surjan sistemas operativos estándar cada proveedor desarrollaba su propio sistema y existían muy pocas aplicaciones. Allá por los comienzos de los 2000 surgieron Android e iOS y estandarizaron el acceso al equipo físico (hardware), generando toda una industria de aplicaciones alrededor de la vieja industria de la telefonía.

En la industria automotriz se puede vislumbrar un futuro en esa dirección donde el auto en sí se convierte en una plataforma de hardware sobre la que se instale un sistema de software para manejar “los fierros”. A partir de este sistema base se podría generar un mundo de aplicaciones que permitan darle, de una vez por todas, una velocidad de avance exponencial a la industria. Para que esto suceda, primero necesitamos abstraer el concepto de las acciones básicas que se realizan sobre las máquinas -autos-: acelerar, frenar, doblar; luego la agregación de funciones: estacionar, cambiar de carril, unirse a una ruta; y así ir avanzando en niveles de abstracción en las que, a través de funciones primitivas (básicas) podamos combinarlas de modo de generar un sistema de movilidad. Una vez que estén los estándares bien definidos es lógico que surja un sistema operativo que pueda interactuar con cualquier automóvil dando lugar a un sinfín de aplicaciones.

Ya no estaremos obligados a conformarnos con las aplicaciones que vienen embebidas en nuestro auto o las desarrolladas sólo para la marca. Podremos descargarnos la mejor aplicación para estacionar que esté disponible, o la aplicación de mantenernos en el carril que mejor se adapte a la traza de nuestra ciudad, sin importar el vehículo que estemos conduciendo. Inclusive podremos acceder a aplicaciones que manejen de un modo cuando están en la ruta y de otro cuando estamos en entornos urbanos.

Todo esto desarrollado por actores externos a la industria en sí, dando origen a una nueva industria: la del software para autos, tal como se generó hace unos 15 años la industria de las aplicaciones móviles para celulares.

¿Cuán lejos estamos de ver esto? Una de las iniciativas más potentes de la industria es Autosar, constituida por un consorcio de empresas entre las que se encuentran Ford, BMW, VW, Mercedes, Toyota y GM, a través del cual impulsan estándares de hardware y software en la industria automotriz. Sin embargo, me generan mayores esperanzas las iniciativas impulsadas desde la industria del software, que tiene un conocimiento y gimnasia mucho mayor a la hora de la generación de plataformas.

En la industria del software estamos acostumbrados a dividir el problema en capas de abstracción. Simplificando el modelo, una computadora se puede dividir en cuatro capas: el hardware, el acceso al hardware, la gestión de recursos, y las aplicaciones que usan los recursos. De manera análoga, hoy se encuentran iniciativas abiertas que reproducen este modelo en la industria automotriz: el auto, como el hardware; SOAFEE, como la forma de acceso; de Red Hat in-Vehicle Operating System, como el gestor de recursos; y Software Define Vehicle de Eclipse Foundation, como plataforma para desarrollar aplicaciones. La diferencia entre esta aproximación y la de Autosar es quién lidera la iniciativa: ¿La industria de los fierros o la del software?

Más allá del futuro del sistema operativo de los autos, que doy por descontado va en la misma dirección que la de los teléfonos celulares, la industria debería comenzar a preguntarse sobre la posición en la que queda. En un futuro donde el software es lo que interesa y el hardware converge: ¿El auto será un commodity?

Fuente: La Nación

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