María Itatí

«Digesto de Costumbres Registrales Tomo II”, Compilación

María Itatí, la hija menor de Roberto Etchenagucía, está sorprendida por las costumbres de su padre. Ella tiene tan solo nueve años, y tuvo que sufrir la separación de Roberto poco tiempo atrás (recordemos que el actual Encargado de Registro de Iguazú N° 7 fue definitivamente abandonado por su mujer durante un festejo de la AAERPA)

Un fin de semana, Roberto le propuso a su ex mujer prolongar el encuentro semanal con Itatí y llevarla a dormir a su propio departamento: un ambiente que alquiló transitoriamente después de la ruptura. La chica se entusiasmó con la idea y su madre no puso inconvenientes. Fue así como Roberto pasó a buscarla con su auto, saludó a Daniela —la hermana mayor de Itatí— y subió al auto con su pequeña hija.

El entusiasmo inicial de Itatí duró hasta que llegaron al departamento de su padre: allí encontró las paredes decoradas con chapas-patente de distintas épocas, pasacalles con obligaciones diarias del Registro y una biblioteca inmensa que contenía apenas cuatro volúmenes en sus estantes: tres tomos del D.N.T.R. y uno del R.I.N.O.F.

Durante la tarde del viernes Roberto trató de interesar a su hija en los temas que él dominaba: le comentaba las razones de las letras de los autos que veía por la ventana, le explicaba lo del impuesto docente o le hacía chistes de gracia dudosa, comparando la última gripe de su prima Romina con la aparición de un nuevo virus informático.

Pero la charla no dio resultado y Roberto supo que su hija se estaba aburriendo muchísimo. A la hora de cenar pensó en una solución alternativa: le propuso comer pizza en el departamento con Camila y Mariana, las dos hijas mellizas de su vecina de piso.

María Itatí notaba los esfuerzos inútiles que su padre hacía por entretenerla y se sintió obligada a aceptar la cena. Llegaron las chicas, comieron algunas porciones de pizza y la hija de Roberto abondonó su cara de fastidio cuando se animaron a conversar entre las tres. Cambiaron opiniones sobre los Backstreet Boys, las aventuras de los Pokemon y las últimas películas que habían visto en el cine.

Todo parecía caminar sobre rieles, hasta que Roberto mostró la hilacha. Sin que nadie se lo pidiera, comenzó haciendo comentarios injuriosos sobre los Backstreet Boys y a comparar los personajes de Pokemon con funcionarios del mundo registral: que los entrenadores Pokemon le recordaban a los empleados más experimentados del Registro, que los amos Pokemon eran como funcionarios de la Dirección Nacional y que Pikachu —el héroe de esta aventura— era una versión moderna de Guillermo Ávalos, un Coordinador Zonal de la AAERPA que siempre se preocupó por defenderlo de las “arbitrariedades” que llegaban desde Buenos Aires.

María Itatí no comprendía y le avergonzaban los comentarios de su padre ante sus dos nuevas amigas. Se aburría y —después de despedir a Camila y a Mariana— se acostó a dormir un poco asustada. Apenas despertó al día siguiente pidió a Roberto que la regresara hasta su casa porque, dijo, “me duele un poco la cabeza”.

Al volver a su casa, Itatí dijo que había disfrutado de la estadía, que tenía dos nuevas amigas y que había conocido el departamento de su papá. No obstante, dejó entender que en lo sucesivo prefería pasar los fines de semana en su casa porque ya no le molestaba la presencia de Francisco —el nuevo novio de su madre— durante el almuerzo de los domingos.

Alejandro Puga

Revista “Ámbito Registral” Nº 12, Abril de 2.000

Digesto de Costumbres Registrales – Tomo II

Estrategias

“Digesto de Costumbres Registrales Tomo II”, Compilación

Roberto Etchenagucía recuperó finalmente su cargo de Encargado Titular. El prestigio que había perdido por deficiencias administrativas quedó atrás, gracias a la publicación de una novela futurista inspirada en el sistema registral (“Más allá del proyecto Infoauto”). Etachenagucía fue entonces nombrado al frente del Seccional.

Apenas le modificaron el número y la jurisdicción de su Registro, pero todo deja su enseñanza: Roberto sabe que no puede dormirse en los laureles y debe justificar la recuperación de su puesto con demostraciones de eficiencia laboral.

Pensó, puntualmente, en aplicar su creatividad al trabajo cotidiano. Y así como debió reemplazar la trama original de su novela para hacerla más “vendible”, también logró generar las condiciones necesarias para una exitosa recepción de las noticias registrales entre el público usuario.

Instruyó al cajero de su Registro (Norberto, porque Etchenagucía extrañaba su equipo de trabajo y volvió al plantel original de empleados) para que —antes de comunicar al usuario los aranceles a pagar por una Inscripción Inicial— deslizara distraídamente hacia la vista del interesado un periódico abierto en las páginas donde se informan los bombardeos serbios o las estadísticas de la última hambruna en Ruanda. ¿Qué grado de violencia puede tener la protesta del usuario que está patentando un automóvil 0 Km frente a estas desgracias?

Algo similar ocurría cuando debía notificarse a un usuario la observación de un trámite. Era recomendable que Alfredo y Gonzalo —los empleados de mostrador— preocuparan al interesado sobre algún tema metafísico: ¿Qué tanta furia puede provocar la observación de un mismo trámite frente al inevitable destino mortal de todos los seres humanos que —tarde o temprano— sobrevendría incluso al presentante en cuestión?

Estas estrategias de ficción era inagotables: Roberto llegó a simular amenazas de bomba, incendios de edificio, sangrientas peleas entre sus sobordinados o escenas de arrebatos sexuales entre los archivos que protagonizaban Estela —esa empleada de piernas torneadas— y Aníbal —quien sólo trabajaba para mantener su seguro social—. Cualquiera de estos acontecimientos distraía la atención del público, y cualquier noticia registral desagradable quedaba relegada a un segundo plano.

Aprendió a manejarse de esta forma con sus empleados —telegramas de despido acompañados con algún falso examen positivo enfermedad incurable—, con su ex-mujer —quien no dejaba de reclamarle alimentos— y con sus superiores administrativos: ni los inspectores, ni los sumariantes, ni siquiera el Director Nacional quisieron recibir más noticias de Roberto.

Bien sabían ellos que —más allá de su tropiezos registrales— Roberto les haría recordar esas cosas indeseables que la vida trae consigo.

Alejandro Puga

Revista “Ámbito Registral” Nº 10 Junio de 1999

Digesto de Costumbres Registrales – Tomo II

Best Seller

“Digesto de Costumbres Registrales Tomo II”, Compilación

Sumariado por sus desajustes registrales, sus depósitos fuera de término y el nefasto estado higiénico de su oficina, Roberto Etchenagucía se alejó si reproches de la vida administrativa.

Cansado de las novedades informáticas y de las dificultades normativas, Roberto se internó a vivir la soledad de la selva misionera. Alojado en una humilde cabaña jesuita, nuestro desafortunado ex-funcionario se reencontró con su gran pasión juvenil: la literatura de aventuras.

Imaginó entonces una historia que su amigos más íntimos consideraron fantástica: se trataba de una novela futurista donde las cataratas del Iguazú escondían bajo sus aguas una siniestra central de computadoras, utilizada para encarcelar a los opositores del régimen dictatorial que gobernaba el noreste argentino.

Pero el problema llegó cuando Roberto intentó editar esa novela (que amenazaba con convertirse en un best-seller).

Ocurre que Etchenagucía —aunque ilusionado— no tenía los contactos apropiados, y terminó acercando sus manuscritos a la Editorial Evadan, una empresa proveedora de impresos registrales que había publicado en 1975 un libro sobre “La verdadera historia del Rubro H del Formulario 08”. Evaristo Danso —el gerente de la empresa— recibió los escritos del ex-encargado con cordialidad, a pesar de la espantosa imagen que Etchenagucía había recibido en el ambiente.

Sin desmerecer la historia, Danso propuso algunos cambios que —dijo— harían más vendible la novela dentro del mercado de la empresa: “el héroe de la historia, ese personaje que lucha contra las injusticias del régimen neofascista, debe tener alguna cercanía con nuestro medio“, dijo Evaristo. “El lugar de los hechos —continuó— debe resultar familiar a nuestro mercado y debe encontrarse un desenlace estrictamente jurídico a los episodios”.

Tan ilusionado estaba Roberto con su producción literaria, que aceptó todos los cambios propuestos, con tal de ver su libro editado.

La trama del relato perdió mucha fuerza, a raíz de las sugerencias de Danso: el héroe de la historia fue finalmente un humilde empleado de Correo de un Registro Automotor de la provincia del Chaco, la fortaleza informática de las Cataratas del Iguazú quedó sepultada por el Centro de Cómputos de Infoauto y la rebelión popular que derrocaba al régimen dictatorial fue reemplaza por una declaración contestataria de los miembros de la AAERPA. 

El libro no se convirtió en best-seller, Roberto Etchenagucía perdió el apoyo de los amigos que elogiaban su texto original y la masiva afluencia de compradores a la editorial terminó siendo una distribución gratuita de ejemplares. 

Pero no todo fue tan negro. Roberto Etchenagucía no pudo aspirar a ningún premio Novel de literatura pero —en cambio— ganó un prestigio inesperado dentro de la comunidad registral: se dice que el Director Nacional está pensando en restituirle su puesto.

Alejandro Puga

Revista “Ámbito Registral” Nº 9, Noviembre de 1998

Digesto de Costumbres Registrales – Tomo II