El Registro New Age

Tapa del libro “Digesto de Costumbres Registrales”, compilación

El Formulario 02G, el uso de termoselladores y los envíos a domicilio no fueron alternativas creadas para solucionar problemas estrictamente registrales. 

Por el contrario, son sólo muestras de la época y poco tardarán en aparecer otras. En pocas semanas se concretará el lanzamiento del 08 descremado, el 05 energizante y el 01 descafeinado.

Pero la renovación del Registro Automotor no quedará agotada en formularios. Existen, dentro del Ministerio de Justicia, especialistas elaborando proyectos para una atención integral del usuaario. Ha logrado averiguarse que se barajan propuestas para reglamentar:

1) La indumentaria del personal: Los empleados de cada Registro Seccional estarán vestidos exclusivamente con remeras blancas, de patrióticas inscripciones celestes: “Haga Patria, registre su transferencia” o “Mírese al espejo y reconozca el cambio de motor que realizó en su vehículo”, serían las leyendas más aceptadas.

2) La decoración del ambiente: Se implementará un panel con fotografías de todos los Directores Nacionales. Ellas deberán contener una frase célebre (real o inventada) atribuida a cada uno de los funcionarios. Se baraja también la posibilidad de un segundo panel que distienda un poco la espera. En él se colocarían actores y actrices livianos de ropa, pensamientos de Einstein y un espacio vacío para la inscripción de graffitis.

3) Atención del Usuario: Agradables señoritas saludarán al entrar y al salir del Registro, señalándose a cada persona los innumerables caminos que el parquet de la oficina ofrece para llegar al mostrador. También se solicitaría que el policía de seguridad esté capacitado para brindar una clase de educación física durante la espera, para quienes así lo deseen.

4) Psicólogo gratuito: Cualquier conflicto que sorprenda al usuario deberá ser evacuado inmediatamente por medio de una atención profesional. Así se suavizarán las crisis que provoque el uso del ítem 20 del Formulario 02 (“Otros”), el duelo de firmar el rubro vendedor de un 08 o las paranoias que genere la formulación de observaciones como “Falta SU Verificación”, “No consta SU Baja” o “es necesario SU Certificado de Libre Disponibilidad”.

Todo este panorama se completaría con la instalación de un medidor de dióxido de carbono en la atmósfera, con una seductora exhibición de formularios en estantería y con la reclusión de fumadores en una sala especial. Un conferencista ilustraría sobre los máximos de glucemia, colesterolemia y exposición al sol tolerables por el ser humano.

Pero el sistema que permite esta atención integral al usuario no se agota en las oficinas del Registro. Quien se presente a verificar el auto a su domicilio le ofrecerá 8 días de vacaciones en el SPA de Oro y Cerviño y un Plan de Terapias Breves por si algún número de motor o chassis no coincide con el que fuera consignado en la Solicitud Tipo 121. Por su parte, quien le entregue su nueva chapa y Cédula le dará simultáneamente un beso, un caramelo y un discurso de congratulaciones. 

Desde ya, lo felicitamos por haber leído este artículo hasta su finalización, y un especialista podrá explicarle cualquier párrafo que no logre comprender en el teléfono 0600.5666.

Alejandro Puga,

Revista Legajo ´C´, Julio de 1996

Una Gran Familia

Innumerables veces se ha citado a “la gran familia registral” como componente básico del sistema automotor. El concepto es susceptible de infinidad de interpretaciones si no se precisa un poco su alcance. La Real Academia describe como “familia” a todo grupo interrelacionado de personas, unidos o no por lazos sanguíneos: la definición es tan amplia que sólo ejemplificando un poco el fenómeno podremos comprender su significado.

Un poco formalmente, se iniciará la caracterización de esta “familia” como un grupo de personas que persigue la misma meta: el cumplimiento del sistema jurídico del automotor y el correcto funcionamiento de las instituciones creadas para ello.

Sin embargo, la gran familia registral es mucho más que eso. Puede entenderse al constatar que el empleado de Rentas del Registro 108 de Mendoza es hermano del portero de la A.D.A. La prima del Encargado del Registro 1237 es Jefa de la Concesionaria Auto-Stop y el asesor letrado de Touring Croata es padre del responsable de Mudanzas Registrales S.A.

Señalamos hasta aquí relaciones lógicas y habituales a cualquier sistema.

Pero la familia registral no se agota en trivialidades. Mucho más interesante es descubrir las insinuantes miradas entre el policía y la cajera del Registro de Motovehículo H de Capital, los mimitos entre la Encargada y su empleado de archivo o los guiños de ojos entre dos jóvenes que trabajan mostrador de por medio.

La familia parece así casi simpática. Comienza a cuestionarse su existencia cuando un divorcio enfrente a al Encargado Titular con la Encargada Suplente, cuando los asesinatos de gestores son provocados por sus amantes registrales y cuando alguien nota que el calzoncillo que su mujer dice “haber encontrado en la terraza” responde a las mismas características de aquel que su empleado se lamentaba esa mañana por haber extraviado.

Tampoco es nada trivial percibir que las huellas digitales del corpiño de una sobrina estén estampadas con la misma tinta con la que el Encargado Suplente enchastró hoy sus manos, o entender que sobre la silla en que revisa trámites estuvo sentado alguna vez el ex marido de su mujer. 

Claro que estas pequeñas perturbaciones pueden suponer también grandes ventajas. Los trámites más engorrosos, por ejemplo, son estudiados minuciosamente por el pretendiente de la hija del Encargado —sólo con la remota esperanza de ganarse su afecto— y la empleada de Rentas también hace méritos: suele brindarle alojamiento al Encargado Titular, cuando su mujer se torna insoportable.

Pero más allá de cualquier inconveniente, nunca debe menospreciarse a la familia. Usted sabe, es la célula básica de la sociedad y de cualquier sistema.

Alejandro Puga

Revista Legajo ´C´, Marzo de 1996

 

 

Puntos de Vista

“Digesto de Costumbres Registrales”, Compilación

Accidentalmente, dos personajes registrales se cruzan en el Jardín Botánico. Sólo se saludan en virtud de haber compartido alguna reunión en AAERPA, pero el ambiente naturista los arrastra hacia una larga conversación sobre temas administrativos.

Comienzan intercambiando opiniones acerca del Formulario 08. El más prolijo de estos hombres —llamémosle José— considera que “esta Solicitud Tipo es útil para deslindar responsabilidades y cumplir con las obligaciones legales que impone el régimen legal del automotor”. Sostiene que “es altamente confiable por sus filigranas de seguridad, su diseño y hasta su textura”. 

Llamaremos Pedro al segundo paseante quien —luciendo ojotas, musculosa y barba de tres días— replica argumentando queese papelito sólo sirve para cumplir burocráticamente con lo que ya se hizo en la práctica: vender el auto”. 

La conversación se orienta ahora hacia un tema más conflictivo: las características del Encargado de Registro. El más delicado de los hombres piensa que se trata de funcionarios de “alta idoneidad, conocimiento y condiciones para el cargo”. Rápidamente nuestro segundo personaje lo retruca, señalando los ojos del otro con su dedo índice: “sepa usted que sólo estamos hablando de personajes inescrupulosos e inamovibles, representantes del amiguismo de turno”.

Lejos de aplacarlos, la naturaleza los enardece, y la pacífica conversación comienza a cambiar de rumbo. Mientras José defiende a los Mandatarios como “eficaces intermediarios”, Pedro entiende que se trata de “aprovechadores y avivados, que toman vino en el bar más cercano con el dinero que expropiaron a la pobre viejita que extravió la cédula de su auto”.

El tono de conversación sube, siempre dentro de los mismo parámetros. Mientras José defiende a los empleados registrales, Pedro los trata de “sucios, pachorrientos y desagradables personajes que se esfuerzan por conquistar gestoras de 25 años, pero no hacen ningún movimiento para encontrar aquel legajo perdido desde 1976″.

La discusión —ya no pueden utilizarse eufemismos— alcanza su punto cúlmine cuando el joven delicado se pone de pie y ensaya un “agradecimiento público hacia los usuarios, quienes pierden días y pesos para verificar su auto, concurrir a la Policía, al Registro y al Escribano. Finalmente —continúa— acercan su trámite con una sonrisa y un caramelo”.

Nuestro segundo visitante del Jardín Botánico esgrime su puño, al mismo tiempo que caracteriza a los tramitentes como “olorosos personajes que entran al Registro protestando y gritando por la obligación de transferir su auto, porque no les funciona el bolígrafo para hacer la cruz en un Formulario 02 y por la cara del Cajero”. Gruñen contra el gobierno —continúa el hombre— y desafían hasta la paciencia del cobrador de patentes, un corista de la Iglesia barrial.

La tensión se relaja frente a la mirada del cuidador y nuestro paseantes disimulan hablando del Protocolo 21 como “una posición del Kamasutra, especialmente recomendada para mantener relaciones sexuales con brasileras” y del bloqueo que se produce en un legajo “cuando se amontonan ladrillos sobre él”. Confundido, el cuidador los abandona, pensando en la necesidad de tomar un servicio médico dentro del predio.

Parte de las afirmaciones precedentes —no cabe duda— fueron impulsadas por el grado de alcoholemia que indicaron los análisis de Pedro. La relación que su hijita (de apenas 18 años) mantuvo con el muchacho que le enseñaba Rentas y el resultado de los juicios iniciados no puede tampoco despreciarse.

Pero la controversi tiene un razón excluyente: se trata de un Encargado recientemente nombrado (José) discutiendo frente a otro (Pedro), recientemente separado del cargo.

Es fácil entender las posiciones. Más difícil, no obstante, es tomar partido y determinar el grado de veracidad de cada una de ellas. 

Alejandro Puga

Revista Legajo ´C´, Diciembre de 1995